Muchas veces me preguntan la importancia de la infancia para el desarrollo de algún trastorno o, incluso, en el día a día. Para poder explicarlo, me gustaría dar unas pinceladas teóricas:
El ser humano nace con unas necesidades básicas tanto a nivel biológico como psíquico, que si son carenciadas (es decir, si no las tienen cubiertas) supone que entre en un programa de “peligro vital” por el que intentará hacer todo lo necesario para conseguir aquello que necesita, ya sea alimento, calor, protección o el cariño y afecto que al bebé le aseguran que será alimentado y protegido. De forma paralela, se encuentran las personas referenciales básicas, que van a ser aquellas fundamentales para su supervivencia en esos momentos de dependencia absoluta, quienes le van a satisfacer esas necesidades y van a transmitir esos aprendizajes sobre sí mismo y el mundo constituyendo así su guía para manejarse en él, con las personas que le rodean y su relación con ellas: los esquemas básicos.
Por ello, la consecución de esas necesidades básicas, la relación con esas personas referenciales básicas y los esquemas básicos que éstas le transmitan será la base para el autoconcepto y confianza básica en uno mismo. Si existe una carencia o desajuste a estos niveles, tendrá lugar un desequilibrio, miedo y esfuerzos por parte de la persona para compensarlo, que será lo que provoque sus síntomas. Síntomas que luego interpretaremos como patología psicológica. Todos estos aprendizajes realizados en los primeros años de vida se graban en la estructura cerebral denominada Sistema Límbico, donde no existe ni pasado ni futuro, y ese peligro vital formará parte del presente.
Esas “grabaciones” ser irán reforzando constantemente con las distintas experiencias posteriores, llegando a constituir patrones de respuesta emocional y de comportamiento. De forma que, una situación que en principio no tiene ninguna relación con la primera que marcó ese patrón, puede actuar como detonante y desencadenante. En Psicoterapia debemos descubrir esas grabaciones que provocan el sufrimiento en el paciente para así generar otras mucho más adaptativas.
La infancia es fundamental y nos marca profundamente, pero no resulta definitiva: la terapia puede ayudarnos en ese proceso de desarrollo personal.
